Emiliano Monge: el paisaje como protagonista
La prosa de Emiliano Monge es inconfundible. Hay en ella un afán, casi obsesivo, de precisión para intentar dibujar los entornos y los paisajes que llevamos dentro. Novela tras novela, ese estilo se ha ido decantando hasta llegar a La tierras arrasadas, ese coro perturbador, profundo y conmovedor al mismo tiempo. A casi 10 años de la publicación de su primer libro, Arrastrar esa sombra, Monge vuelve al cuento con La superficie más honda (Penguin Random House, 2017), título que acaso expresa uno de los motivos que se despliegan a lo largo de su obra: la normalidad con la que a menudo aceptamos la sordidez que habita del lado de la sombra de los seres humanos. Por lo general, los libros de cuentos se van escribiendo poco a poco y no de un tirón. ¿Cómo fue el proceso en este caso, cómo surgieron los cuentos? Tengo una idea muy particular de las antologías de cuento, las pienso siempre como universos cerrados —igual que las novelas—, y hasta que tengo la idea completa del libro me siento a trabajar todos los cuentos. O incluso más: de este libro quedaron fuera varios cuentos porque repetía algún tema o los narradores se parecían demasiado. Lo que me pasa es que no soy bueno escribiendo dos cosas a la vez, y sobre todo dos géneros a la vez, no me atrevo. Entonces trabajé en tres novelas seguidas. Y cada vez que terminaba una pensaba que trabajaría los cuentos, así que muchas de las ideas que había tenido a lo largo de esos ocho, nueve años, se modificaron para caber en ese univers