Granja Vendrell
Cada vez que Arianna volvía a casa pedaleando por la calle Girona, después de trabajar en el restaurante que dirigía en el Born –el añorado Meneghina, un buen italiano–, pasaba por delante de la Granja Vendrell y miraba el rótulo de letras art déco con adoración y respeto. "Aquí hay mucha historia", pensaba. Después de casi cien años, una guerra civil, la renovación de la fachada en los años 70, unos pequeños cambios en el espacio interior y tres generaciones de la misma familia al frente del negocio, Arianna se decidió a tomar el relevo de la Granja Vendrell; y lo hizo teniendo algo muy claro: mantener la esencia y la personalidad del local. Este traspaso del legado sucedió en el 2019, meses antes de que llegara lo que ya forma parte de la historia. A pesar de la maldita pandemia (y una ciudad cada vez más homogeneizada, donde las franquicias exánimes florecen en el asfalto, como los pájaros amarillos en otoño) Arianna dijo, “tiramos adelante, pero le damos una vuelta”.
Además de desayunar, en la nueva Granja Vendrell también se puede ir a comer; así, nos encontramos con un perfecto híbrido que combina la tradición centenaria con una propuesta de platos sin florituras: cocina tradicional con un toque de gracia. "Ahora tenemos ensalada de remolacha con col rizada y pato confitado con verduras, entre otras cosas, pero todo depende de lo que haya en el Mercado de la Concepción", me comenta. A pesar de este nuevo punto de bistró, siguen montando la nata respetando la receta de D