Después de 10 años de películas agridulces, el escuadrón de mutantes más famoso de Mavel, X-men, vuelve a la pantalla con X-men: Dark Phoenix, cinta que marca el final de este universo con 20th Century Fox para incorporarse completamente a Marvel Studios —sí, Disney—.
Esta entrega comienza con un accidente espacial; una nave queda varada en el espacio y está a punto de ser tragada por una especie de ondas solares. Para su rescate, el presidente de los Estados Unidos llama a el Profesor Xavier para pedirle ayuda a los X-men. Cuando todo parecía ser un éxito, Jean Grey termina flotando en el espacio, absorbiendo una energía maligna.
Cuando vuelve a casa, es imposible preocuparse por su estado de salud. No solo aumentó sus poderes, también abrió la puerta de sus traumas infantiles, lo que la desestabiliza y la hacen enfurecer, convirtiéndose en una persona que no es: la mutante más buscada.
Es triste ver como una saga como X-men cierre de una manera tan floja. Sophie Turner es plana y no alcanza a profundizar en su personaje; nunca es demasiado buena, nunca es demasiado villana, este limbo actoral hace que perdamos el interés después de una hora de lamentos —"¿Por qué hago esto?" una y otra vez.
¿Qué pasará con los X-men ahora que pertenecen a Disney? Seguro será mucho mejor que este fénix que nunca resurgió; bien sabemos que barreras estas cenizas bajo la alfombra del olvido para no tener que recordar tan aburrido cierre.