El parisino Christophe Honoré a menudo celebra el estilo de vida libre, romántico y urbano. Su último trabajo es el retrato franco y conmovedor de un año en la vida de Jacques (Pierre Deladonchamps), escritor de 39 años afectado por el VIH. Y aunque 'Vivir deprisa, amar despacio' resulta incompleta a ratos, acaba convirtiéndose en un film rico en texturas, que se siente verdadero y real.
Estamos en 1993. Suenan Massive Attack y Ride. En el cine proyectan 'Juego de lágrimas' y 'El piano'. Honoré evoca la flamante historia de Jacques con Arthur (Vincent Lacoste), un joven bretón que acaba de salir del armario, y también nos muestra la amistad con su vecino Mathieu (Denis Podalydès) y la relación con Marco, el antiguo amante. Jacques tiene un hijo, cuya madre siempre se refiere a la vida 'compartimentada' de Jacques, un dato que va ganando sentido a medida que avanza la película. Sin saturar de referencias cronológicas, 'Vivir deprisa, amar despacio' funciona como una instantánea de un momento concreto de Francia y su cultura sexual gay (conecta con '120 pulsaciones por minuto' y, de hecho, cita los encuentros de los activistas Act Up) .
La actitud hacia el sexo y el cuerpo es honesta, pero sobre todo propone un retrato sobre cómo las vidas se entrecruzan (o no), cómo las ambiciones y los deseos colisionan, y sobre cómo son las diferentes formas de amor posibles. En resumen, una peli fresca, emocionante y cautivadora.