A veces parece que el cine tenga que decir las cosas a gritos, de mala manera, para que se le oiga. Pero luego llegan cineastas como Ira Sachs y demuestran que lo mejor es bajar la voz, mostrar la realidad sin exaltarse, con calma y tranquilidad. Ya lo hizo el año pasado en 'El amor es extraño', esa especie de retrato familiar donde cuestiones como la infancia, la homosexualidad y las relaciones entre generaciones surge de un relato mínimo. Y ahora repite con 'Verano en Brooklyn', donde una amistad entre niños desenmascara las tensiones entre las respectivas familias, sobre todo a consecuencia de la crisis económica.
Apenas unas cuantas situaciones, filmadas con cuidado y elegancia, terminan construyendo una crónica netamente americana que parte de Louise-May Alcott para terminar en Yasujiro Ozu y François Truffaut. Una miniatura prodigiosa.