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Normalmente, si Drácula quiere convertir a alguien en un vampiro, le basta con darle un buen mordisco. Pero, en 'Una familia feliz', el Conde prefiere encargarle a una bruja que transforme en vampiresa a la mujer por la que siente fascinación. Nos puede parecer una complicación innecesaria pero, de acuerdo, lo aceptamos. El problema es que, por error, el hechizo acaba afectando a toda la unidad familiar, y de ahí salen una chupasangre y un monstruo de Frankenstein de mediana edad, una momia adolescente y un niño lobo. Las peripecias que vivirán al intentar volver a su forma humana les harán reconectar entre ellos, y deleitarán al espectador con ocurrencias torpes, un argumento azaroso y unas cuantas flatulencias cortesía del estresado patriarca.