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Se podría titular 'Tres mujeres', como la gloriosa película de Robert Altman, pero el referente de Panahi sigue siendo el maestro Kiarostami. De él hereda el relato itinerante y episódico, la contigüidad de la realidad y la ficción, el interés por el mundo rural y, en este caso, la exploración (y reivindicación) de la condición femenina en una cultura esencialmente machista. Panahi abandona el encierro, literal o metafórico, de sus últimos films, obligado por un arresto domiciliario que lo convirtió en causa célebre de la represión integrista, para recuperar el discurso feminista de 'Offside'. La tercera cara del título quedará invisible a nuestros ojos, como aquella porción de realidad que el cine no puede captar con la cámara, también como aquel fuera de campo al que la sociedad iraní condena a las mujeres que se salen de la norma. Mientras tanto, es capaz, colocándose como secundario de lujo, de hipnotizarnos con la discusión circular que mantiene con un ganadero y su bravo semental, paradigma de la masculinidad enquistada que aplasta la voz de las mujeres en el Irán profundo.