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No sólo se trata, como en la excelente 'Fuerza mayor', de la crisis de la masculinidad: se trata de la decadencia de la sociedad privilegiada, de la hipocresía autosatisfecha de los que dan caridad a cambio de apartar la mirada, de los que lanzan la piedra y esconden la mano, de la cultura contemporánea como gran contenedor de desechos morales.
Los hay que nacen estrellados y los hay que merecen estrellarse. Christian (extraordinario Claes Bang), el comisario artístico que protagoniza esta sátira incómoda, descubrirá, a través de un collar de secuencias que lo ponen contra las cuerdas, que la caída será más dura cuanto más convencido está de que su encanto de revista dominical lo salvará del linchamiento de las hordas de la corrección política. Él mismo forma parte de este sistema educado en la falsedad, y cada escena, que funciona de manera (a veces demasiado) autónoma, lo pone en tensión para hacerlo parecer víctima y verdugo de su narcisista estulticia.
Como si estuvieran improvisados con un metrónomo al lado, los episodios de este monumento al posthumor se suceden para acorralarnos en nuestra miseria acomodada, despertando una sonrisa que a menudo se congela en una mueca de espanto. Ruben Östlund ha hecho una película que está encantada de conocerse, cruel e indulgente, ridícula y coherente, desequilibrada y precisa. Es decir, 'The square' es una cosa y la contraria, un sinónimo y un antónimo, un poco como los tiempos que nos ha tocado vivir.