Primer largo de Thomas Kruithof, 'Testigo' explora la existencia de Duval, un hombre cualquiera que acaba explotando en el trabajo después de un período de estrés y de dependencia del alcohol. Pero en lugar de decantarse hacia el drama costumbrista o hacia la descripción de un derrumbamiento vital, la película experimenta un giro de guión cuando su protagonista encuentra una nueva oportunidad profesional: transcribirá unas misteriosas grabaciones en las que va descubriendo detalles que lo hacen sospechar.
Kruithof construye la primera parte del film con una puesta en escena sobria y contenida, sabe crear una atmósfera inquietante a partir de unas cuantas texturas cromáticas y consigue un ambiente asfixiante a partir de muy pocos elementos. Los problemas llegan, sin embargo, cuando la deriva ajetreada del personaje se cruza con una trama política sobre la amenaza de la ultraderecha, y el director se obsesiona en transmitir un clima paranoico.
Entre una lectura rápida de Kafka y determinados thrillers de los años 70, el film culmina en una última media hora precipitada y confusa. Es entonces cuando 'Testigo' acaba dejándose llevar por la mecánica de la acción y renuncia definitivamente a las apasionantes implicaciones morales de la historia. Aún así, no deja de ser una fábula siniestra y turbadora sobre los miedos de la Europa de hoy.