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A Clint Eastwood le gusta ir directo al grano. Las primeras imágenes de 'Sully' son segundos de puro sudor frío, que te obligan a clavar los ojos en la pantalla sin concesiones. Desde la cabina de un jet de US Airways, Chesley 'Sully' Sullenberg (interpretado por Tom Hanks, que insiste en convertirse en el James Stewart de su generación) ve como el motor de la nave se enciende y las llamas agujereando las nubes. En el horizonte, las antenas de Manhattan. En estos instantes de pánico llama a su mujer para decirle que la ama, mientras el avión va directo a Nueva York. Por supuesto que no vamos a matar al héroe tan temprano. Pronto sabremos que esto no es más que una pesadilla traumática. El hombre en cuestión acaba de salvar a los 155 pasajeros de un vuelo que estaba a punto de estrellarse con un aterrizaje de emergencia espectacular en el río Hudson y, después de la proeza, se ha ido al hotel a dormir un poco. Pero Eastwood utiliza la descarga de adrenalina para arrimarnos contra la pared. Ya hace tiempo que esa es su estrategia. Le podrán acusar de buscar el impacto en las emociones primarias, más incluso que cualquier cineasta mediocre que haga de la trampa su escudo. Eastwood no pide perdón. Y aquí exprime aún más esa imagen del gran patriota que tanto sobredimensionó en la secuencia de los créditos finales de 'El francotirador', con las fotografías del entierro del veterano de guerra, cubierto de barras y estrellas.