Stoker

Es motivo de regocijo que un cineasta tan heterodoxo como Park Chan-wook haya podido conservar su personalidad en esta primera aventura norteamericana. 'Stoker' es tan marciana, tan fuera de la norma, que sorprende que, en tiempos tan alérgicos a la singularidad, alguien se atreviera a dar el visto bueno a esta fábula gótica, que a veces parece un 'remake' de 'La sombra de una duda' imaginado por Angela Carter y que, en realidad, no es más que un enfermizo 'spin off' de la trilogía de la venganza que hizo famoso a su autor, en especial de 'Old boy'.

'Stoker' reinventa la fascinación que Teresa Wright sentía por su seductor tío, interpretado por Joseph Cotten, el film de Hitchcock poniendo en evidencia su subtexto sexual. A 'La sombra de una duda' ambos personajes se llamaban Charlie, como si fueran las dos caras de una sola moneda. En 'Stoker' Chan-wook lleva al extremo esta fascinación especular poniendo en juego un tercer personaje con el deseo inflamado –una madre que parece madrastra de cuento de los Grimm– que hace que la historia resulte más perturbadora.

Si la dirección de Chan-wook, bellamente estilizada, puede parecer en exceso decorativa –a pesar de algunas transiciones más que brillantes: la cabellera peinada convirtiéndose en mar de césped– es porque los componentes de este triángulo amoroso son como maniquíes decadentistas, figuras de cera esperando despertar de una pesadilla de diseño. Así los interpretan unos magníficos Matthew Goode y Nicole Kidman, y sobre todo una inspiradísima Mia Wasikowska, que parece dibujada por el mismo Egon Schiele, virginal viuda negra de la que se nos explica un traumático paso de la adolescencia a la edad adulta, marcado por un reprimido complejo de Electra y por un aspecto de lo más parecido a la Carrie que interpretaba Sissy Spacek en el filme de Brian de Palma.

En su delirio un punto tramposo, el último tercio de 'Stoker' parece concebido por el director de 'En nombre de Caín', y tiene más de un punto de contacto con el retorcido desenlace de 'Old boy'. La diferencia más sustancial es que, en este caso, Park Chan-wook sustituye el incesto por la transferencia, y termina haciendo un estudio cruel y neobarroco del lado oscuro del deseo femenino.