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Paul Valéry fue un poeta y escritor francés que se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para escribir. La película que ha elegido Hayao Miyazaki para despedirse abre con un verso suyo incluido en el famoso poema El cementerio marino: "Se levanta el viento… ¡Debemos intentar vivir!"
La cinta le sigue la pista a Jiro Horikoshi, personaje real cuyo sueño más febril es volar. Sin embargo, debido a una fuerte miopía, este sueño se ve truncado, por lo que decide convertirse en ingeniero aeronáutico y diseñar aviones de combate que serían utilizados durante la Segunda Guerra Mundial. Su vida está marcada por una serie de trágicos eventos: el terremoto que arrasó Kanto en 1923, el amor por una mujer enferma de tuberculosis, y la Segunda Guerra Mundial.
En Se levanta el viento, Miyazaki no explora sus vastos mundos de fantasía a los que nos tenía habituados, sino que nos sumerge en un drama humano y ¿qué mayor tragedia que la del hombre sensible contra la estupidez humana?
Una vez más, una película emotiva, pacifista, a la que asistimos con perplejidad renovada, a la auténtica perfección de los dibujos; al obsesivo detalle de cada plano, hasta el punto de convertirse en algo cercano al cine sensorial: sentimos la lluvia, el fragante aroma de la naturaleza, el viento corriendo a través del pasto.