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1985. La estación espacial soviética Solyut-7 navega a la deriva por una avería y los técnicos envían a dos cosmonautas para ponerla a punto. La película sigue rutinariamente las pautas del género: escenas en el espacio, en el centro de control, en el ámbito doméstico. Los efectos especiales son más que correctos, sobre todo en las secuencias de gravedad cero. Pero tal vez el director, Kim Shipenko, debería haber buscado formas propias, en lugar de fiarlo todo a los esquemas hollywoodienses. ¿Qué credibilidad puede tener un film ruso que quiere investigar las raíces del heroísmo patriótico de la época, cuando sus modelos narrativos se encuentran entre 'Apolo 13' y 'Gravity'? Definitivamente, los estadounidenses ganaron la Guerra Fría. Al menos, imponiendo sus relatos.