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Director de thrillers distópicos como 'Hijos de los hombres' y de aventuras cósmicas como 'Gravity', Alfonso Cuarón crea un relato muy personal, en blanco y negro, que comienza mostrando las cosas más pequeñas y poco a poco va abriendo el objetivo para explicar cómo era Ciudad de México en los años 70, el paisaje donde se crió. Con un tono elegíaco tirando a sobrio, Cuarón nos habla de su propia infancia y, sobre todo, de las mujeres que tuvo alrededor. La protagonista, de hecho, es Cleo (Yalitza Aparicio, excepcional), una sirvienta bondadosa que trabaja para Sofía (Marina de Tavira, también increíble) y su familia, a quien el director filma en largas tomas que descubren sus rituales cotidianos, a la manera de Chantal Akerman: limpiar la casa, cuidar de cuatro críos, ir al cine en sus ratos libres con un novio apasionado de las artes marciales. El resultado es una perfecta interacción entre relato y contexto, que recuerda films meticulosamente coreografiados como los 'Cuentos de Tokio' de Ozu, con rasgos del neorrealismo italiano de clásicos como 'Roma, ciudad abierta'.