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Imaginad que tuvierais que comer pasta de papel, escuchar un disco de Coldplay y revisar la trilogía de 'El código Da Vinci' de principio a fin, todo a la vez, y os haréis una idea de cómo de aburrida es esta película.
Nadie necesitaba otra secuela de 'The ring'. Y menos así. Cabe decir que tampoco la primera versión americana, la que Gore Verbinski hizo en 2002, llegaba a la altura del original japonés, pero tenía mucha más solidez. La situación es más o menos la misma. Hay una cinta misteriosa, y cualquiera que la vea morirá después de siete días a menos que haga una copia y extienda la maldición. La única novedad es que esta vez la cinta cae en manos de un profesor de biología, interpretado por Johnny Galecki, que decide utilizarla para hacer un estudio sobre la vida después de la muerte.
La única idea interesante que plantea el guión, el ángulo científico, queda anulado enseguida por un juego de persecuciones a través de los cementerios lluviosos de Nueva Inglaterra. Porque la protagonista es una chica que está dispuesta a remover cielo y tierra para romper el círculo diabólico y poner un freno a la cadena de muertes. Menos mal que no duran para siempre, que si no...