De Jonathan Demme, director de currículum ecléctico, con comedias feministas como 'Casada con todos', eufóricos musicales como 'Stop making sense' y dramas sobre la derrota del sueño americano como 'Melvin y Howard', nos llega ahora una película que le permite hacer todo lo que mejor se le da. Sarcástica, de humor amargo y un poco tramposa, la Ricki del título, interpretada por Meryl Streep, es una rockera soñadora, que de día trabaja despachando víveres y de noche deja que sus fans aúllen a sus pies, con miradas ardientes, gritos y guitarras, y canciones melancólicas para las almas abatidas. Cargada de ilusiones, pájaros en la cabeza y ansias de libertad, la vida salvaje de Ricki terminará con un jarrón de agua fría, que dará comienzo a lo que se podría tildar de drama doméstico. El caos se hace en el momento en que la protagonista se ve obligada a despegar los codos de la barra, y a abandonar California para reencontrarse con su marido y su hija, que viven en la América profunda.