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Shane Black, coguionista y director de este 'reboot', aparecía en el original de 1987 de John McTiernan, haciendo del típico graciosete que muere el primero del escuadrón. Desde entonces hemos sido testigos de cómo la carrera de Black iba evolucionando, en direcciones distintas, con ejemplos excelentes –escribió el guión de 'Una pandilla alucinante' y dirigió 'Dos buenos tipos'–. Por eso sorprende ver que 'Predator' es casi una involución: la película que habría hecho hace 30 años. El ritmo tiene una velocidad agresiva, está repleta de líneas de guion que quieren ser ocurrentes, hay sangre y gore a raudales. Y no parece que nada de esto tenga que dar lugar a un arsenal de secuelas.
Esta vez no hay un Arnold Schwarzenegger forzudo, ni ningún soldado que, como él, sea capaz de dar muerte al alien rastafari de manera diligente. Aparece Olivia Munn, con mucho carácter, interpretando una bióloga que es llamada a unirse al grupo científico de un laboratorio secreto para ofrecer algunas respuestas a los misterios de la vida extraterrestre. Con ella, dispuesto a combatir contra los monstruos espaciales de sangre verde, está el exmilitar que interpreta Boyd Holbrook, líder de un grupo de lunáticos, padre de un niño autista que acabará convirtiéndose en el epicentro de la trama. Todo ello podría ser una réplica traviesa de películas como 'Independence Day', sobre todo porque es una carta de amor a los blockbusters de los años 80 y 90.