Paul Simon: Under African Skies

Reseña

Paul Simon: Under African Skies

4 de 5 estrellas
  • Cine
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

Pues sí, nuevamente estamos en Sudáfrica. Sin proponérselo, este país se convirtió este año en el epicentro de Sonidero. Ya quedamos con el corazón estrujado al ver cómo por esos lares se erigió como un héroe generacional Rodriguez, el profeta folk ignorado en su tierra, en Buscando a Sugar Man. En Johannesburg se encuentra guarecido ese geniecillo de la batería conocido como Ginger Baker, según constatamos en Cuidado con el Señor Baker. Esta ocasión, a través de la historia de un disco emblemático que en 2011 cumplió su 25 aniversario; uno conoce no sólo uno de los actos de rebeldía más osados jamás realizado; sino, de qué manera géneros como el world music o el afrobeat se popularizaron (no, lamento decir que Vampire Weekend no inventó el agua hervida).

Tras algunos traspiés comerciales, en 1985 Paul Simon decide viajar a Sudáfrica debido a que considera que sólo en esa parte del mundo se encuentran los músicos que pueden interpretar sus nuevas composiciones que a la postre conformarán Graceland, un álbum multiventas que revolucionó al mercado. El hecho no tendría mayor relevancia si no fuera porque el disco se grabó de forma clandestina en medio de un boicot cultural impuesto por el partido opositor al apartheid (ese fantasma que aparece en los dos documentales citados, aquí siendo un coprotagonista); transformando a Simon en el enemigo público número 1 de la nación africana.

Así pues, conozcan una emocionante crónica de cierto proceso creativo a contracorriente, uno que fue tachado en su momento por más de una publicación como exotismo barato, ello mientras los músicos originales que participaron en la grabación de Graceland, y artistas como David Byrne o Peter Gabriel, confirman que el tiempo le dio la razón a Simon. Detrás de esas letras simples y hasta banales se encontraba el material definitivo que hablaba de la identidad de un pueblo. 

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