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Pixar es conocida por abordar temas de digestión difícil (la muerte, el final de la infancia ...), pero, pese a ello, el tema central de su nueva aventura fantástica necesita algunos ajustes. En 'Onward', dos hermanos elfos usan la magia para revivir, durante 24 emotivas horas, al padre que nunca conocieron. Pero el hechizo se queda literalmente a medias, y solamente la búsqueda de una joya mágica les permitirá terminar el trabajo. Situada en una tierra fantástica de cíclopes evolucionados, brujos y todo tipo de fauna mitológica, y con dos adolescentes que son el corazón y el alma de la película, 'Onward' es un cuento "coming-of-age" que explota su cara más juguetona desde la nostalgia kitsch.
Sin embargo, si la película buscaba invocar el espíritu de 'Los Goonies', sus niveles de azúcar en sangre la alejan de aquellas cimas. Las risas no resuenan tan potentes como deberían sonar; los "riffs" no son tan inteligentes (pero es precioso descubrir, aunque sea de paso, el primer personaje LGTBI de Pixar).
Donde la película encuentra de verdad su esencia, es en un final audaz, de los que rompen el corazón. Sería un crimen explicarlo, pero basta con decir que se puede comparar a la despedida de 'Toy Story 3' o a la última crítica de Anton Ego en 'Ratatouille'. 'Onward' está directamente inspirada en la relación del director Dan Scanlon con su padre y, de repente, así es como se siente la película: como una instantánea sepia de algo profundamente personal y conmovedor.