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Un cásting competente no es suficiente para conseguir levantar un guión tan estúpido. El humor de baja estofa y unos personajes tan bidimensionales como el mostrador del Monopoly caracterizan una comedia con una premisa irresistible y un desarrollo horroroso. Los protagonistas son un grupo de amigos de mediana edad en un 'suburb' americano que se preparan para su noche de juegos semanal, cuando de repente dos hombres enmascarados derriban la puerta de entrada y se llevan al organizador de la partida. Los demás jugadores se convencen de que no ha sido más que una broma para inaugurar la velada y crear una atmósfera de misterio inmersivo. Pero lo que han visto es de verdad. La idea es atractiva. Lástima que a los directores John Francis Daley y Jonathan Goldstein solo les interesen los chistes irreverentes, y lástima que no tengan ningún sentido del ritmo narrativo.