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Un director como Ari Aster sabe de sobra que el mundo es horroroso. Lo demostraba en 'Hereditary', su debut de 2018 y uno de los filmes más siniestros en décadas. El mensaje de 'Midsommar', casi psicodélica, es este: cuando el duelo por una tragedia familiar se vuelve insoportable, una mujer se agarra a un mal novio. Y a ello se añaden relaciones tóxicas y una secta pagana sueca. El film arranca con el neuroticismo y el trance personal de Florence Pugh en el personaje de Dani; para superar un mal momento se va de viaje con Christian (Jack Reynor), su pareja, y sus colegas estudiantes de antropología a una comuna hippie donde todo el mundo se abraza. Esta es la parte más bonita de la película, con reminiscencias del clásico 'The wicker man', hasta que rezas para que Dani recele y salve sus amigos de convertirse en alimento. Si a Aster le hubiera bastado con crear una obra maestra de terror con luz del sol sueco de medianoche podría haberlo hecho así. Pero va más allá. Su protagonista no se libra del sufrimiento. Él la exprime para releer el concepto de 'final girl' en clave feminista.