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La carrera de Jason Statham parece estar condenada a la constante repetición de sus personajes más resultones en secuelas que comienzan a intercambiarse en la memoria. 'Transporter', 'Crank' y ahora la continuación de 'The Mechanic' (2011), en la que vuelve a ponerse en la piel del escurridizo Arthur Bishop para demostrar lo que ya sabíamos, que es uno de los pocos actores de acción capaces de levantar con su personalidad una película rutinaria y anodina. La ejecución de las escenas de una mayor carga adrenalítica resulta de nuevo precisa e impecable, convirtiéndose éstas en la única satisfacción posible dentro de una cinta que parece configurarse como una versión serie B de 'Mission: Imposible'. Cómo no, todo pasado por el filtro de rudeza e intuición habituales de un Statham cómodo en su eterno rol de héroe pétreo con un punto romántico.