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Esta cinta es tan dolorosa como un golpe en el estómago, tan humillante como un escupitajo en la cara y tan violenta como la vida misma. En ella, el artista plástico Artemio Narro nos seduce y nos hace caer en un terrible juego del que no podemos huir. Una vez embaucados y confundidos, arroja sobre nosotros una serie de interrogantes que descubren el lado más oscuro del ser humano. Violencia, sexo y sin sentido son los ejes centrales de su ópera prima.
Me quedo contigo es un filme que apuñala justo en la moral. Se trata de una creación que cuestiona a la vez que afirma. El argumento es, en apariencia, sencillo. Natalia, una joven española, viaja a la Ciudad de México para encontrarse con su pareja. Justo cuando llega, se lleva la sorpresa de que él está ausente debido a compromisos laborales. Durante su estadía, sus amigas mexicanas la invitan a divertirse. Van de fiesta y en su necesidad de excitación, deciden salir de fin de semana. En su viaje, el grupo de mujeres seduce a un hombre y lo llevan con ellas. Lo que parece un juego de borrachera, desemboca en una serie de actos irracionales, violentos y excesivos.
Aunque la historia gira en torno a Natalia, los verdaderos protagonistas son la locura y el desenfreno. A través de un lenguaje cinematográfico distante –no existen primeros planos– Narro hace que el espectador sea testigo y cómplice de las atrocidades de este grupo de mujeres.
Me quedo contigo es una cinta transgresora, lujuriosa y decadente, aunque su discurso va más allá de la mera provocación. Artemio Narro juega con los roles de género y los conceptos de poder. Hace que la imagen del macho mexicano quede ridiculizada ante la fortaleza sexual femenina. En el mundo que retrata el director no hay estructuras ni jerarquías. Allí reina el caos y no hay espacio para la piedad.