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Parece una locura: Cate Blanchett interpretando 13 personajes distintos (del homeless, a la madre, a la profesora, a la coreógrafa, y mucho más) en localizaciones completamente distintas, pronunciando extractos de los manifiestos de 60 artistas, como André Breton, Claes Oldenburg e Yvonne Rainer. Hay algo hipnótico en esta adaptación que el videoartista Julian Rosefeldt hace de su instalación multipantalla para cines. Y eso es así gracias a la ayuda de Blanchett, que nos seduce tanto si está rezando sentada en una mesa justo antes de comer, manipulando la maquinaria pesada de una fábrica, leyendo las noticias del informativo o pronunciando un discurso elegíaco en un funeral. Blanchett es magnética y su trabajo nos atrapa, aunque el significado de lo que está diciendo nos pase de largo. "Un hurra por la arquitectura eterna", espeta. "El dadá sigue siendo una mierda", proclama en un cementerio ante un féretro. "A partir de ahora queremos decorarlo todo de distintos colores". Todo resulta muy teatral, y las cámaras se balancean en un diseño del escenario muy fino. El resultado parece un chiste artístico, sapiencial y divertido, serio a ratos, en ningún caso un mero gag para eruditos. Aunque debo decir que me hubiesen venido bien algunas notas a pie de página que indicaran a quién pertenecía cada uno de los textos. Llamadme aburrido.