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Hay biopics que se adhieren como un percebe a los hechos, yendo de A a B a C a través de la historia como páginas de Wikipedia. Para su crédito, la directora Marjane Satrapi adopta un enfoque radicalmente diferente con Radioactive. Posiblemente demasiado radical, como resulta.
La historia de la científica polaca-francesa Marie Curie (Rosamund Pike) entremezcla su descubrimiento de nuevos elementos radiactivos, su asociación con Pierre Curie (Sam Riley) y un Premio Nobel con destellos repentinos a las consecuencias (literales) de sus hallazgos. Tan audaz como suena pasar de un laboratorio del siglo XIX a la cabina del Enola Gay sobre Hiroshima y luego nuevamente a Curie, el efecto inadvertido es convertir a esta mujer ya extraordinaria en una extraña adivina.
Pike proporciona un núcleo convincente como científica obstinada con una sed evangélica de descubrimiento y tolerancia cero con los viejos obstructivos. Pero el guion de Jack Thorne transmite su mensaje feminista con la sutileza de un sirena de faro. "Estoy interesada en toda la ciencia que confronta las actitudes predominantes", señala Curie en una línea que parece sacada del sitio web de una empresa de biotecnología.