[title]
Este es un entretenido bromance de una extraña pareja sobre dos hombres llega a las alturas cuando sus protagonistas, Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, golpean grandes franjas de diálogo de ida y vuelta como dos viejos grandes del tenis. El papa alemán Benedicto (Hopkins), astuto pero extrañamente conmovedor detrás de su exterior crujiente, se extiende sobre el tope; el cardenal argentino de Pryce, Bergoglio (el futuro Papa Francisco), inocente, directo y bendecido con el toque común, lo golpea de nuevo a través de la red. Es algo emocionante, con la cámara del director Fernando Meirelles al alcance de la mano para registrar cada sutil detalle.
Comenzando con la muerte del Papa Juan Pablo en 2005, la película es una dramatización de la relación de estos rivales. Un guión inteligente de Anthony McCarten —Las horas más oscuras— equilibra las disputas litúrgicas con momentos más ligeros. Una de las primeras escenas muestra a Bergoglio tumbado frente a la TV viendo el fútbol con una copa de vino, mientras el Papa se enclaustra con una botella de su amada Fanta.
Meirelles inyecta suficiente chasquido visual para recordarle que una vez hizo Ciudad de Dios. Si la segunda mitad se desvía un poco por los flashbacks, otra escena carnosa del Vaticano nunca está muy lejos. Ver a estos dos actores analizando grandes problemas: Dios, el envejecimiento, la soledad, el celibato, el abuso en el sacerdocio, bajo los vastos techos de este palacio dorado es una alegría. ¿Has visto The Crown? Ahora conoce a The Mitre.