Los días que vendrán

Cuando la voz cautivadora de Maria Arnal inunda el final de 'Los días que vendrán', sabemos que la vida continúa, con toda su luz. Hemos visto sombras, porque la película, que parte del embarazo real de María Rodríguez Soto –parejas de David Verdaguer, amigo del alma y actor fetiche de Carlos Marqués-Marcet– para convertirlo en ficción, recorre, punto por punto, todas las preguntas, incertidumbres, dudas y conflictos que, durante nueve meses convulsos, pueden poner en peligro una vida en común. Un naturalismo a veces crudo, muy cerca de sus personajes, intenta entender cómo se recolocan sus roles en función de cada etapa, de la aparición de responsabilidades, de una experiencia que atraviesa el cuerpo de la mujer y la cabeza del hombre de maneras muy diferentes, en una especie de 'kammerspielfilm' que conecta con la sensibilidad íntima de '10.000 km' explorando la hibridación entre documental y ficción desde una perspectiva muy singular. Estamos, pues, ante un 'Boyhood' del embarazo, que no olvida que ser padres no es un tema de debate generacional –de la esclarecedora confrontación con las imágenes domésticas en VHS– sino una cuestión universal, que pertenece al flujo del tiempo, aquello que nunca deja de lavarnos la cara y aclararnos el pensamiento.