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La película más soleada de Paul Thomas Anderson hasta ahora es este palimpsesto del valle de San Fernando con tantas burbujas que prácticamente sale de la pantalla. El mayor golpe de 'Licorice Pizz'a, sin embargo, es su casting. Alana Haim, del grupo Haim, es Alana Kane, de 25 años, una asistente de fotógrafa desconcertada de encontrarse con Gary Valentine, un estudiante de secundaria diez años menor que ella. Es un actor infantil con una comedia de éxito a su nombre y unos niveles de autoconfianza proporcionales.
La otra estrella es el escenario: aquí el valle está bañado por la luz del sol y la nostalgia agridulce. Pero 'Licorice Pizza' no es una carta de amor al sitio: la familia judía ortodoxa de Alana (interpretada por otros miembros de la familia Haim) no es precisamente liberal. Con la ayuda de la delicada partitura de Jonny Greenwood, Anderson pinta un cuadro a veces melancólico y cada escena ofrece una nueva actuación para disfrutar y reír de lo lindo.
Cuando, más tarde, 'Licorice Pizza' se adentra en las maquinaciones del Hollywood de los años 70, las risas las proporcionan Bradley Cooper y Sean Penn. Los veteranos amenazan con robar el espectáculo a los protagonistas más jóvenes, pero 'Licorice pizza' es una película que no se puede robar. Simplemente, galopa con una energía ilimitada. Como 'Movida del 76', de Richard Linklater, Paul Thomas Anderson ha contado una historia norteamericana de los años 70 sobre la mayoría de edad que hace que la América post-Vietnam parezca un lugar bastante fantástico para crecer.