Se ha de celebrar que, después de desastres com 'La carta esférica' y 'Miel de naranjas', Imanol Uribe vuelva a sus cabales y se la juegue explicando una historia de amor entre un terrorista de ETA, que acaba de salir de la cárcel, y la hija de su víctima. No solo porque significa un retorno a su cine más personal –el de 'La muerte de Mikel' o 'Días contados'– sino porque se arriesga a tomar posicionamientos políticos que pueden ser mal interpretados o resulten incómodos. El principal problema de 'Lejos del mar' es que nunca está a la altura de su propuesta inicial: la dirección, seca y austera, cierra los ojos y cambia de plano cuando se supone que tiene que explicar por qué víctima y verdugo se enamoran. Entre elipsis y silencios, nunca entendemos la magnitud del conflicto, que se reduce a un capricho de guión que tendría que ser reflexión profunda sobre la culpa y el olvido.

Lejos del mar
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