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Un joven actor británico y una estrella de Hollywood reconsagrada. 'Las estrellas de cine no mueren en Liverpool' cuenta la relación entre Peter Turner, que entonces era un chico de 26 años, y Gloria Grahame, diva oscarizada, rubia explosiva conocida por películas como 'En un lugar solitario' y 'Cautivos del mal', que entonces ya tenía 55. Estamos a finales de los 70. La pasión que la productora de 'James Bond' Barbara Broccoli vierte en este proyecto tiene el encanto glamoroso de las aventuras de 007.
Aquí es Grahame, encarnada por Annette Bening, quien seduce con su aura de celebridad a su vecino (lo interpreta Jamie Bell, el niño que fue Billy Elliot), incluso cuando la época dorada de su carrera ya ha pasado de largo y ella vive modestamente de realquilada en Primrose Hill. "Alguien te ha dicho alguna vez que te pareces a Lauren Bacall cuando fumas?", le dice él. "Sí", responde ella, "Humphrey Bogart". Cabe decir que los dos actores están maravillosos.
Al margen de los nombres de famosos y de las anécdotas que flotan en el aire de los tiempos de Sunset Boulevard, el amor que surge entre el uno y la otra enseguida trasciende los límites de edad y de estatus sociales. Moviéndose entre pubs llenos de humo y citas en la entrada de un cine, el director Paul McGuigan crea un relato creíble, realista, basado en el libro que Turner escribió después de la muerte de Grahame. Es intensa y vivencial.