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Desde las películas de boxeo de los años 40 hasta 'Foxcatcher', el cine americano siempre ha utilizado la corrupción en el mundo del deporte como metáfora de los excesos del capitalismo. En su segundo largo, Landesman intenta seguir esta tradición mediante la historia real del médico nigeriano que denunció la violencia del fútbol americano como causante de la muerte prematura de muchos jugadores. Pero su discurso es demasiado laborioso, y la dependencia de una 'star' como Will Smith lo hace aún más pesado. Ni siquiera la sobriedad narrativa y un cierto tono sombrío del relato consiguen redimirlo, y lo que pretende ser una requisitoria contra la cultura del espectáculo acaba convirtiéndose en una reivindicación del cine como espectacularización del sentimentalismo patriótico.