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Hay películas que están concebidas para convertirse en una experiencia sensitiva. Sus mecanismos a través de la puesta en escena se orientan a ejercer sobre el espectador una serie de sensaciones estéticas y emocionales ante las que no hay lugar a la indiferencia. O las amas o las odias. Paula Ortiz se ha atrevido a adaptar 'Bodas de sangre' a través de un dispositivo visual irresistible, que lleva la turbulencia interna de una serie de personajes consumidos por las pasiones secretas. Los símbolos, el poder devastador de la poesía, la catarsis expresiva y la estilización formal configuran un paisaje telúrico y alegórico, en el que la teatralidad del verso se transforma a través de una atmósfera fantasmagórica. Una de las obras más singulares que ha dado el cine español reciente.