El humorista Kumail Nanjiani escribe una historia autobiográfica, que comienza el día en que a su novia le inducen un coma por una infección en los pulmones que no hay manera de controlar. Aliado con Judd Apatow, Nanjini transforma este drama potencial en una cinta desconcertante –que dirige Michael Showalter e interpreta él mismo–, a ratos una 'romcom', pero con una puerta siempre abierta a los giros amargos.
Él, un monologuista del estilo de Jerry Seinfeld, que no es judío sino paquistaní, y que explota la diferencia cultural y hace bromas sobre los matrimonios concertados, el terrorismo y las cazuelas de biryani con patatas. Ella, que primero es una versión estereotipada de la Hannah Horvath de 'Girls', y que luego se pasa toda la película en una cama, intubada.
Quizás sí, parafraseando a Woody Allen, la comedia es el resultado de sumar tragedia y tiempo. No es un producto redondo, pero resulta loable el partido que saca a una situación de enfermedad en el límite de la muerte en beneficio de una sonrisa irreprimible que a veces es incluso risa.