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La gran originalidad de 'La autopsia de Jane Doe' radica en la fuente de su horror. El elemento perturbador no es una casa encantada, ni una niña poseída, sino el bello cadáver de una joven desconocida, encontrado en la escena de un crimen brutal e incongruente. Dos forenses, padre e hijo, deberán averiguar cómo llegó allí, y cuál fue la causa de la muerte, pero el enfoque práctico y científico se revela insuficiente para explicar las desagradables sorpresas que contiene el cuerpo de la chica. Deslizando poco a poco el suspense hasta el terror macabro, la película consigue no agotar su punto de partida, apuntalada en una puesta en escena que anticipa entre sombras los detalles desagradables que queremos y no queremos ver, y haciendo que cada nuevo plano del rostro inerte y los ojos vidriosos de la Jane Doe del título resulte más inquietante que el anterior.