Lo que se esperaba que fuera un 'reboot' deficiente de una película aventurera de Robin Williams, ha resultado ser una sorpresa de lo más agradable. La primera parte de 'Jumanji' mantenía la idea fundamental del filme original de 1995 –un juego de mesa extremadamente agresivo que intenta matar a sus jugadores– e incorporaba un giro moderno de encanto innegable. La secuela, 'Jumanji: siguiente nivel', es aún más sabrosa de ver.
Al final del primer film, cuatro adolescentes sobrevivían a un videojuego y aprendían una valiosa lección: puedes ser más de lo que los demás esperan que seas. Dos años más tarde, uno de ellos decide volver a Jumanji. Para el torpe Spencer (Alex Wolff), la vida real no tiene punto de comparación con el videojuego que le metía dentro del cuerpo de la Roca. Más que comprensible.
Las mecánicas de la trama –derrota el juego, aprende de la vida– son las mismas, pero se añade un nuevo toque: ancianos. Y es que el abuelo del Spencer, Eddie (Danny DeVito), y su amigo Milo (Danny Glover) se unen a la partida por accidente. Ahora es el abuelo quien juega con el avatar de la Roca. Es imposible exagerar el deleite que supone ver a Dwayne Johnson haciendo de hombre mayor, malhumorado y confuso. Ahora es el bufón del grupo y no el héroe, lo que funciona a la perfección.
La comedia avanza hacia la locura –un caballo se une al reparto; hay cambios de cuerpos constantes– pero el film se mantiene absurdo sin llegar a ser estúpido. Hasta el final, es pura diversión interpretada con la sutileza necesaria (ninguna) por un reparto estelar. Los créditos finales sugieren la posibilidad de que el juego aún no haya terminado. Vamos, pues. Volvemos a jugar.