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Parabellum: prepárate para la guerra. Cualquiera con medio curso de latín os explicará el subtítulo de esta película. Aunque no hace falta: en estas gloriosas locuras de 'kungfu' y metralleta (¿'gunfu'?) la guerra ya está declarada y dura hasta el final. Quizás otros prefieran Keanu Reeves cuando habla. Para mí es más efectivo cuando se mueve. El sombrío asesino John Wick se ha convertido en marca de la casa y ha depurado 'Speed' y 'Matrix' en una especie de John Woo refinado.
Sicarios de la mafia mataron a su pitbull en la primera entrega (y hace tiempo que crían malvas, claro). Y aunque la nueva aventura tiene los ganchos habituales –Ian McShane como propietario de hotelito tiquismiquis, Halle Berry como ama de perros que te muerden la entrepierna...– no hay rival para la atracción principal. Estamos aquí por las rigurosas y coherentes peleas, responsabilidad del director Chad Stahelski (doble y coreógrafo de Reeves de toda la vida). 'Parabellum' coge el estilazo de acción del segundo film y lo acelera, con un nivel de masacre de tres rombos delirante. El puente de Manhattan es el lugar perfecto para un duelo a espada sobre motocicleta. Pon a Wick sobre un caballo y es más amenazador que John Wayne en un día gruñón. En una batalla, lanzan tantos cuchillos que utilizan un cadáver de almohadilla de sastre. Estamos en la edad dorada... de algo. Por favor, no me lo hagáis decir.