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Uno se pregunta si era necesario realizar la segunda parte de una película que ya obtuvo resultados discretos. Pero Tom Cruise no parece dispuesto a abandonar, así como a así, la posibilidad de configurar una nueva franquicia y ha vuelto a ponerse en la piel del personaje creado por Lee Child. El resultado es todavía más discreto y olvidable. Al fin y al cabo, Christopher McQuarrie tenía estilo para ofrecer escenas de acción con un sello personal, mientras que Edward Zwick se encuentra menos inspirado y nos ofrece un registro formulario de persecuciones y de intrigas dentro del seno de la institución militar. Solo la parte final, que tiene lugar en el carnaval de Nueva Orleans, adquiere un poco de entidad cinematográfica. El resto casi podría insertarse dentro la serie B de espionaje menos memorable con un toque noventero, que no hace sino acentuar la sensación de constante 'déjà vu'.