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Desde la teatralidad y estridencia de la escena inicial que muestra una cena familiar incómoda y violenta, Incomprendida anuncia lo que nos depara: un diseño impecable que contrasta con unas relaciones parentales volubles y egoístas.
Es 1986 y Aria (Salerno), una niña romana de 9 años, es la hija menor de un actor supersticioso (Garko) y una pianista neurótica (Gainsbourg). Situados en el punto de vista y en la soledad de la protagonista, vemos a una familia que se bifurca por los caminos que toman sus padres, caricaturas del narcicismo.
Esta situación le da a la niña una libertad que por momentos es divertida y por otros dolorosa; su vida está rodeada de farándula, aunque no por eso es color de rosa. Ante los nuevos amores de la madre, Aria busca su lugar al lado del padre. Sin embargo, éste siempre prefiere a la hija mayor, dejando a la chica como un elemento desechable.
Aun así, la ternura de la niña logra sacar algo de luz en sus esfuerzos por buscar amor entre sus compañeros de colegio y en un gato callejero.