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Recuerdo la ternura que en un día ya un poco lejano me despertó el taquilálico Petri, la críade Pteranodon de Don Bluth que por más que batía las alas no era capaz de levantar el vuelo. Quizás porque cuando aquí se estrenó 'En busca del valle encantado' yo era un mocoso de parvulario, particularmente susceptible a los encanto sde las mascotas indefensas. Seguro que mi padre, que me acompañaba a estos acontecimientos con paciencia de santo, no derramó ni una lágrima. Cosas de la edad, salí con su pose de indiferencia de hierro de la proyección de 'Ice age 4:la formación de los continentes'. Quizá porque me escapaba a toda prisa de un karaoke de clausura rollo Meryl Streep cantando 'Waterloo' al final de 'Mamma mia!'. Más de lo que podía soportar.
La franquicia ha tocado fondo. Ahora el matrimonio mamut que dejamos preñado en la anterior entrega tiene una hija adolescente y con ganas de lucir colmillos entre los tribales 'skaters' de la zona, al patoso Sid le ha caído una abuela del cielo, el tigre ha encontrado a su tigresa con unas uñas afiladas que harían as delicias de cualquier manicura. Cuando un equipo de guionistas necesita incorporar tanta chatarra nueva, señal de que la buena idea original ya no dapara más. Pero escucha, me decía por dentro, quizás funcionará entre los pequeños, igual que tú llorabas con la historia del inútil Petri. En la puerta del cine –pleno mes de julio– había un hombre, imagino que del gremio, que harto detener a los dos críos plantados en casa como un ficus, ahora que no hay escuela, se les había llevado al pase de prensa. "La primera era mucho mejor, y la segunda", decía el mayor. Y el pequeño contestaba: "Me he aburrido como una ostra". Nada, que ni a los niños de vacaciones les hace un poco de gracia. ¡Qué desastre!