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Se le debe reconocer a Margarethe von Trotta la capacidad de realizar una película diáfana y didáctica en torno a la figura y el pensamiento de Hannah Arendt. Sin duda, no es una empresa fácil. Las ideas complejas de Arendt a partir del proceso a Adolf Eichmann quedan perfectamente definidas. Es una buena introducción al pensamiento de la filosofía. Ahora bien, esta voluntad de aclarar las ideas lleva a la película a una cierta simplicidad en la puesta en escena. Todo es plano, todo se narra mediante los diálogos. Von Trotta quiere explicar el trabajo de Arendt, pero en ningún momento hace cine sobre el pensamiento en sí, sobre las ideas. De la misma manera, la película biográfica impone con una cierta simplicidad (los saltos atrás sobre la relación entre Arendt y Heidegger resultan innecesarios). En el fondo, se trata más de un filme biográfico que de un film reflexivo, y es en este punto donde la propuesta traiciona la esencia de la obra.