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'Francofonía' vendría a ser el contraplano de 'El arca rusa'. No sólo porque parte del espacio de un museo para reflexionar sobre el devenir de la Historia –ahora el Louvre, antes del Ermitage– sino porque Sokurov construye su meditación oponiendo el collage 'free-style' en el récord Guinness de aquella toma única de 90 minutos que marcó un antes y un después en el cine contemporáneo. La Historia es, pues, una cosa y la contraria, una sola manifestación del tsunami del tiempo, que sólo toma forma cuando el Arte le da sentido.
"Cuando los hombres mueren, se convierten en Historia. Cuando las estatuas mueren, se convierten en Arte. Esta botánica de la muerte es lo que llamamos cultura". Las palabras que inauguran 'Les statues meurent aussi', escritas por Chris Marker en 1953, resuenan a través de este filme que, desde un carguero lleno de obras de arte amenazado por la mala mar hasta el Louvre de la ocupación nazi, con visitas guiadas por parte de Napoleón Bonaparte y Marianne, el símbolo de la República, examina una cultura, la europea, que parece no levantar cabeza de las cenizas de una crisis permanente. La vitalidad lúdica de 'Francofonía' apacigua el pesimismo de las reflexiones, que se manifiestan en un popurrí de formatos visuales y narrativos unificados por la voz en off crepuscular de Sokurov. Tras las ambiciones macrohistóricas del discurso de este ejemplar film-ensayo, el cineasta ruso no olvida, como Marker, que todo pensamiento debe generar una emoción. Por eso, más allá de un recorrido transversal por la historia del Louvre, también es la crónica de una amistad entre dos hombres confrontados por su ideología y unidos por amor al Arte.