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Inspirada en una obra teatral de August Wison, y dirigida por el actor Denzel Washington, 'Fences' sigue fielmente la estructura dramática de los tres actos para contar la historia de una familia afroamericana entre los años 50 y 60.
No vemos más que el patio de su casa, en los suburbios de Pittsburgh, y unos pocos personajes que hablan de la vida cotidiana. Pero esta estrategia, lejos de la sobriedad que pudo conferir a la película, es utilizada por Washington para su lucimiento y el de unos intérpretes siempre sobreactuados, encerrados en un microcosmos de escasa credibilidad.
La manera de hablar, la gestualidad, incluso las cuestiones que discuten –el trabajo y la marginación, la infidelidad, los problemas entre padres e hijos...– nunca llegan a formar un universo propio. Son declamadas de tal manera que todo se convierte en un espectáculo de variedades pensado para un público complaciente consigo mismo y con aquella 'pobre-gente-de-color'. Para el resto de los humanos, sólo se trata de teatro viejo y acartonado.