He aquí al director francés de peso completo Bruno Dumont demostrando sus dones para las comedias sin pretensiones. En un pequeño pueblo costero cerca de Calais, un torpe y nervioso comandante y su distraído compinche investigan un extraño caso: alguien ha estado rellenando a las vacas locales con partes del cuerpo humano.
Dumont juega con las piezas de asesinato y misterio —arrojando cortinas de humo y cambiando a los sospechosos— pero también se las arregla para equilibrar el estilo atolondrado de Twin Peaks con serias reflexiones sobre la maldad humana. Esas ideas se reproducen a través del personaje que se menciona en el título de la cinta, un niño que puede ser un inocente angelito o un desagradable, perturbador y racista buscapleitos (desafiando a la audiencia como muchos de los rebeldes no profesionales que Dumont seleccionó para el elenco de la cinta y así dar más autenticidad).
El pequeño Quinquin fue filmada como una serie de cuatro partes para la televisión francesa (dura en total tres horas y 20 minutos), pero por su ingenio y las observaciones sobre la condición humana, definitivamente el trabajo de Dumont pertenece a la pantalla grande.