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Chiwetel Ejiofor es el tipo de actor que te hace escucharlo cuando lo vez en una película. Ya sea como Okwe en Negocios entrañables (Stephen Frears, 2002) o su actuación por la que fue nominado al Oscar en 12 años de esclavitud (Steven McQueen, 2013), las actuaciones de Ejiofor son nada menos que cautivadoras. No puedo esperar a ver qué va a hacer como Scar en el live action de El rey león.
Así le va cuando está delante de la cámara, pero ¿cómo le va de director y guionista? Como narrador de historias, muestra que es capaz de elaborar una narrativa emocionalmente rica y competente, si no inspirada, bien dirigida. Pero quizás su mayor talento radica en su elección del elenco, que eleva su trabajo. Basado en las memorias de William Kamkwamba, Ejiofor presenta El niño que domó el viento una historia inspiradora sobre un adolescente de mente curiosa que vive en Malawi y que salva a su pueblo del hambre mediante la construcción de una turbina de viento conectada a una dinamo de bicicletas.
Trywell (interpretado por el propio Ejiofor) vive con su esposa Agnes (una sensacional Aïssa Maïga). Son padres de mentalidad liberal que desean que sus dos hijos, Annie (Lily Banda) y William (Maxwell Simba), tengan una educación, pero dependen financieramente del éxito de su granja en Kasungu. Cuando los cultivos fallan, algunos se apresuran a comprar tierras y los políticos corruptos muestran sus verdaderos colores. Trywell se consume con desesperación ante la idea de que ha fracasado como padre y agricultor. Sin embargo, su siempre ingenioso hijo William encuentra esperanza en una copia de un libro escolar: Using Energy.
Esta es una historia simple —pero bien contada— sobre las tensiones entre padres e hijos; el amor parecido a la leona de una madre por sus hijos y el delicado equilibrio entre tradición y progreso. La película de Ejiofor ofrece un impulso de esperanza muy necesario en un cuento sobre cómo desafiar las probabilidades.