Dos películas en una. Por un lado, el deshielo de un juez seco, con una gripe que le hace cerrar los ojos cuando quiere abrirlos más que nunca, gracias al reencuentro con una enfermera a quien amó. Por otro, el juicio en sí, donde se debate una cuestión nada ligera, la condena a un padre que ha matado a su bebé. La interrelación entre las dos historias, de dos géneros tan antitéticos como la comedia romántica y el cine de tribunales, es capital para entender los contrastes entre el exterior (el desorden del amor) y el interior (el orden marcial del sistema), y por lo tanto el arco dramático que recorre el protagonista, Fabrice Luchini, en estado de gracia. La principal virtud de 'El juez' es parecer una película más intrascendente de lo que es. Díganme cuatro o cinco en cartel tan bien escritas e interpretadas, y me callo.

Reseña
El juez (L'Hermine)
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