San Petersburgo, finales del siglo XIX. Sasha, una joven aristócrata, se escapa de casa con la intención de encontrar el barco que construyó su abuelo, una nave imposible de hundir y que se perdió en el polo norte. Con la ayuda de la dueña de una taberna y de la mano de un grupo de marineros aguerridos y gruñones, la chica se adentra en un paisaje de nieve y de hielo. No encontraremos la pirotecnia de los grandes estudios de animación estadounidenses, pero sí un dibujo sencillo y elegante, puesto al servicio de un relato de aventuras como las de antes. La película apela al universo explorador de Julio Verne y acaba cargándose de melancolía. Aquí no hay pandas que hacen kung-fu con la intención de luchar contra los malos, pero sí una aventura de carácter clásico y con una suave sensibilidad estética.

Reseña
El gran viaje de Sasha al Polo Norte
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