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El Cairo, 2011. Un policía se ocupa del caso de una cantante asesinada en un hotel de la ciudad. Al mismo tiempo que el régimen de Mubarak llega a su fin, el agente se mueve dificultosamente por los entramados de un país ahogado por la corrupción y la prepotencia de las clases privilegiadas, donde tal vez pertenezca al asesino.
A partir de este material, el director Tarik Saleh -conocido por una rareza titulada Metropia- no puede evitar caer en todos los tópicos imaginables del género en cuestión, desde el arquetipo del policía solitario y amargado hasta la vinculación entre un caso aparentemente insignificante y las altas esferas del poder, pasando por un retrato negro, negrísimo, del subdesarrollo económico y cultural del entorno. Y sin embargo, en medio de este relato previsible, Saleh también sabe demostrar una cierta sensibilidad al tratar sus personajes: las relaciones siempre frustradas del protagonista con las mujeres, sea la mujer muerta o una inmigrante en peligro, constituyen el mejor de este filme finalmente enérgico y eficaz.