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En la anterior película de Julio Medem, 'Mama', Penélope Cruz hacía de una madre embarazada y enferma terminal, que se preparaba para dar a luz a la vez que se enfrentaba a la imagen de una tumba abierta, en un proceso destructivo y mágico a la vez. Si pensamos en 'Caótica Ana', Manuela Vellés era una chica que contenía en su interior las almas de muchas mujeres que habían sufrido antes que ella, en martirios y torturas, todas con un dolor compartido. Lo que nos cuenta en 'El árbol de la sangre' es la historia de dos amantes que podrían haberse encontrado en el círculo polar, que exploran sus respectivos árboles genealógicos para escribir una novela en la que invocarán las fuerzas ancestrales, una especie de tragedia congénita basada en un demonio heredado que los gangrena desde dentro, y que se contagia del uno al otro en cada caricia, en cada gesto carnal, como un virus que se quieren arrancar y no pueden.