El director argentino Luis Ortega (hijo del mítico Palito Ortega) comenzó su carrera adscrito a los moldes del cine más independiente y la escena underground de su país. Sin embargo, después de ver 'El ángel', parece que siempre haya sabido cuáles son los ingredientes fundamentales para componer una peli de éxito: una historia potente basada en uno de los más célebres asesinos de la historia criminal argentina (Carlos Robledo Puch), un envoltorio estilizado y cool lleno de referencias a la cultura pop de los 70, repleto de canciones pegajosas que van sonando (incluida el 'Corazón contento' de su padre), y dos actores, el debutante Lorenzo Ferro y Chino Darín, que desprenden un magnetismo irresistible.
'El ángel' es un cóctel imparable, frenético, narrado a través de un ritmo adictivo. Su maniobra más difícil consiste en crear una reflexión ambigua en torno a la violencia, precisamente a través de su glamurización: lo que nos entra por los ojos, puede tener un lado muy oscuro que se esconde detrás de capas de maquillaje. Luis Ortega sabe cómo construir una fachada atractiva para hablar del monstruo, para acercarnos al horror desde la mirada de un joven psicópata disfrazado de ángel. Y este punto de vista magnético se contagia a toda la película, tal vez porque es el elemento de la seducción lo que la vertebra tanto visual como metafóricamente.