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El planteamiento está algo pasado de moda: Bob Odenkirk interpreta a un presidente de los Estados Unidos cuya única calificación es que ha interpretado a otro presidente en la televisión (lo que, de hecho, lo califica más que a Trump). Con la intención de dimitir para dedicarse al cine, propone para el cargo a Charlotte Field (Charlize Theron), su secretaria de estado, tan adicta al trabajo como insulsa. ¿Cómo romperá esta candidata hillaryesca el techo de cristal? Utilizando las habilidades de palabra de Fred Flarsky (Seth Rogen), un periodista en paro a quien había hecho de canguro cuando era adolescente. La trama central, que es el improbable asunto entre estos dos personajes en las antípodas, flojea. Pero luego hay una escena en la que Theron va colocada de MDMA que tiene la dosis justa de irreverencia. Las interpretaciones son, en general, divertidas, pero la parte del asunto sigue siendo demasiado forzada. Una película más inteligente nos habría hecho descubrirlos más lentamente, apostando por una atracción basada en las ideas. Pero, ¿quién sabe?, tal vez estamos pensando demasiado.